Blancanieves dio un paso hacia atrás. Aunque lo más prudente hubiese sido salir corriendo, la hinchazón de sus pies no le hubiese resultado precisamente ventajosa en una persecución. Además, aquel misterioso hombre, a pesar de su extraño ropaje y su aspecto descuidado, desprendía un halo de misterio extremadamente cautivador que hizo que la nívea piel de la delicada muchacha enardeciera en escasos instantes.
-¿Me has lanzado un hechizo? -preguntó la asustada y temblorosa Blancanieves, logrando sacar apenas un hilillo de voz.
-¿Por qué piensas eso, hermosa Blancanieves? -respondió su extraño interlocutor con una voz asombrosamente cautivadora.
Un sudor frío comenzó a recorrer el palpitante cuerpo de la joven:
-¿Por qué... por qué sabes mi nombre? ¡¿Y por qué no puedo moverme?!
-Yo lo sé todo de ti. Y no puedes mover tus finos y doloridos pies porque, en realidad, no quieres irte. Deseas quedarte a mi lado, y lo sabes. No es ningún embrujo o conjuro, son pasiones y caprichos ocultos que empiezan a renacer en ti, alma cándida e inocente.
Ante aquella sonrisa arrogante, pero a la vez intensamente seductora, Blancanieves no sabía cómo reaccionar. Poco a poco, aquel inquietante individuo comenzó a acercarse a ella. Le apartó el pelo de la cara con una suavidad vehemente y acarició su cuello de una manera absolutamente novedosa para ella. Un estremecedor y confortable hormigueo comenzó a vibrar en sus arterias y sus ojos se cerraron instintivamente. Una desconocida e idílica sensación la invadió por completo. Continuaba temblando, pero ya no tenía miedo. Entonces, sintió cómo los labios de aquel desconocido se abalanzaban sobre los suyos y no pudo evitar desplomarse sobre el suelo, cayendo en un profundo y plácido sueño.
-¿Me has lanzado un hechizo? -preguntó la asustada y temblorosa Blancanieves, logrando sacar apenas un hilillo de voz.
-¿Por qué piensas eso, hermosa Blancanieves? -respondió su extraño interlocutor con una voz asombrosamente cautivadora.
Un sudor frío comenzó a recorrer el palpitante cuerpo de la joven:
-¿Por qué... por qué sabes mi nombre? ¡¿Y por qué no puedo moverme?!
-Yo lo sé todo de ti. Y no puedes mover tus finos y doloridos pies porque, en realidad, no quieres irte. Deseas quedarte a mi lado, y lo sabes. No es ningún embrujo o conjuro, son pasiones y caprichos ocultos que empiezan a renacer en ti, alma cándida e inocente.
Ante aquella sonrisa arrogante, pero a la vez intensamente seductora, Blancanieves no sabía cómo reaccionar. Poco a poco, aquel inquietante individuo comenzó a acercarse a ella. Le apartó el pelo de la cara con una suavidad vehemente y acarició su cuello de una manera absolutamente novedosa para ella. Un estremecedor y confortable hormigueo comenzó a vibrar en sus arterias y sus ojos se cerraron instintivamente. Una desconocida e idílica sensación la invadió por completo. Continuaba temblando, pero ya no tenía miedo. Entonces, sintió cómo los labios de aquel desconocido se abalanzaban sobre los suyos y no pudo evitar desplomarse sobre el suelo, cayendo en un profundo y plácido sueño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.